"Chile representa para Castro su peor derrota continental"

“-¿De qué se trata?

-Deberías adoptar la nacionalidad cubana. Te la conseguiremos en poco tiempo -afirmó escrutándome, tratando de descubrir algún indicio de mis sentimientos ante sus palabras-. Te haces cubano y puedes acceder a trabajos que, por razones de seguridad, sólo están reservados a cubanos.

-¿Y mi lucha contra Pinochet?

-¡Guanajerías! ¡Olvídate de Chile por muchos años! -Es mi patria.

-A tu patria la puedes servir mejor integrándote a la Revolución cubana. Como van las cosas, es probable que a Chile lo libre sólo una nueva generación de líderes. Los viejos políticos de izquierda, instalados en Europa, seguirán aferrados al inmovilismo. Nunca, óyelo bien, nunca conquistarán el poder, a lo más terminarán por cerrar una alianza con los militares para disfrutar las migajas del poder político. Hazte cubano, chico, te lo está ofreciendo el comandante Ulises Cienfuegos.”

Este es un fragmento de la novela autobiográfica “Nuestros años verde olivo” del afamado escritor chileno Roberto Ampuero. La novela es un tajante testimonio y cuenta la historia de un joven chileno que tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, decide exiliarse en La Habana y se enamora de la hija del comandante Ulises Cienfuegos.

Precisamente “Nuestros años verde olivo” es -según su autor- una de las novelas chilenas que han sido censuradas por el gobierno cubano, las otras dos son “Persona non grata” de Jorge Edwards y “Confieso que he vivido” de Pablo Neruda.

Esta censura fue una de las razones por la que Ampuero criticó duramente la visita, el año pasado, de Michelle Bachelet a Cuba –Presidenta de Chile por ese entonces- para inaugurar la Feria del Libro en Cuba. En su momento, el artista consideró este viaje como un asunto moral y ético ya que un presidente (se refiere a Bachelet) que ha vivido y ha sufrido los rigores de la dictadura de Augusto Pinochet no puede ir a un país donde hay una dictadura desde hace 50 años. "No es posible que un Gobierno vaya a inaugurar una feria y con esto legitime un política de censura contra los autores de su propio país", afirmó Ampuero y a su vez expresó refiriéndose a Raúl Castro: "Todo esto es un show mediático. Yo lo reto a que permita la circulación de libros chilenos y de autores cubanos que viven en el exilio. Cuando dé ese paso, estaré convencido de que esto no es una reacción.

Este reconocido escritor que por los años setenta fuera un joven seguidor del modelo socialista cubano, hoy contrasta la Cuba actual con aquellos años y reconoce que los exiliados que arribaron a la isla no pudieron extraer de ese modelo ninguna lección sobre democracia ni economía ni derechos humanos. “…aprendimos pronto algo traumático: el modesto Chile de entonces, que anhelábamos convertir en socialista, era más democrático, pujante y próspero que el modelo que pretendíamos imitar.” Aseveró el escritor en un interesante análisis sobre los dos modelos: Chile y Cuba, publicado por Diario Miami Herald y que reproduzco a continuación:

ROBERTO AMPUERO: Chile y Cuba: dos modelos

El Nuevo Herald
18 setiembre 2010
Por: Roberto Ampuero

Este 18 de septiembre Chile conmemora el bicentenario de su independencia política. Millones de chilenos dejan estos días sus ciudades o el país para celebrar un desarrollo que los enorgullece y en el cual confían. Notables los últimos tres decenios de ese país de 16 millones de habitantes, ingreso per cápita de 15,000 dólares y economía abierta. Después de la traumática polarización nacional bajo Salvador Allende y la represión bajo Augusto Pinochet --dictadura que asimismo sentó las bases de la exitosa economía actual--, Chile exhibe hoy logros en exportaciones, prosperidad material y cultural, reducción significativa de pobreza y estabilidad, y es visto en la región como un modelo atractivo.

En el bicentenario del país donde nací no puedo olvidar la isla donde pasé años cruciales de mi juventud y extraje lecciones para toda la vida. Desde mediados de los 60 la isla fue un modelo para la izquierda chilena, visión utópica que se instaló en La Moneda en la administración de Allende. Cuán equivocados estábamos quienes veíamos en el socialismo una alternativa lo demuestra el presente: por un lado tenemos un país con democracia sólida, a punto de convertirse en nación desarrollada, y por el otro a uno con economía agónica, que reprime, niega las libertades individuales y exilia a parte de la nación. Los exiliados que arribamos en Cuba en los setenta aprendimos pronto algo traumático: el modesto Chile de entonces, que anhelábamos convertir en socialista, era más democrático, pujante y próspero que el modelo que pretendíamos imitar. De Cuba un chileno no podía extraer lecciones sobre democracia ni economía ni derechos humanos.

¿Lo supo también Allende? Allende, que ganó muchas elecciones en su trayectoria, fue un revolucionario demócrata, y su visión utópica causó la polarización que nos dividió fatalmente. Pero, a diferencia de Castro, que nunca ganó elección en buena lid, creía en las elecciones y en que alcanzaría una mayoría para construir el socialismo. Inquieto por la sombra que le proyectaba esa alternativa, Castro liquida a su amigo mediante dos estocadas: en 1971 viaja a Chile en visita de 10 días y permanece 30, sin que Allende pueda deshacerse de él. Sus maratónicos discursos alarman a los sectores medios y altos de Chile. Luego Castro fortalece su apoyo militar al MIR y sectores radicalizados de la Unidad Popular, creando la oposición de izquierda a Allende. Si la vía de este era posible o no, no importaba. La misma izquierda procastrista que exigía la vía armada, la abortaría.

Después, como en el caso de Frank País, Camilo Cienfuegos o el Che Guevara, Castro se apoderó en beneficio propio de la imagen de Allende, algo que aún intentan corregir los chilenos. Al obsequiarle el fusil con que Allende debía defender su revolución pacífica, le obsequió en rigor el arma con que lo mataría. Bajo Pinochet, Castro continuó interviniendo en Chile: preparó guerrilleros que debían derrotar al ejército chileno y construir el socialismo, y que en democracia devinieron combatientes internacionales, terroristas, delincuentes comunes o desmovilizados. Hoy Castro no le perdona a la izquierda chilena renovada su escaso entusiasmo por La Habana y sus condenas de la violación de derechos humanos en la isla. Para él, son desagradecidos. Tampoco ve con buenos ojos que los chilenos escogiesen este año sin dramas un presidente de centroderecha, solidario con los cubanos demócratas. Chile representa para Castro su peor derrota continental, porque al final el modelo no era el suyo sino el de un país que se le escapó de las manos. Al conmemorar nuestro bicentenario, pienso en Cuba y en la inevitabilidad de que será democrática y próspera nuevamente.

Breve sobre Roberto Ampuero:

Nació en Valparaíso, en 1953, y actualmente vive en Estados Unidos, donde realiza cursos de posgrado, y enseña en la Universidad de Iowa y en el Middlebury College. Estudió en el Colegio Alemán de su ciudad y natal y, hasta el golpe de estado, cursó antropología social y literatura latinoamericana en la Universidad de Chile. En 1973 abandonó el país. Ha vivido en Cuba (1973-79), donde estudió literatura, Alemania del este (1980-83), Alemania Federal (1983-94), Suecia (1997-2000) y desde el 2000 en Estados Unidos.
Es autor de la popular saga del detective privado de origen cubano Cayetano Brulé, que en Chile ha superado la barrera de los 100.000 ejemplares vendidos, y que también ha sido editada en Francia, Italia, Alemania, Portugal, España y otros países. Sus novelas policiales comprenden “¿Quién mató a Cristián Kustermann?”, “Boleros en La Habana”, “El alemán de Atacama” y “Cita en el Azul profundo”. También ha generado gran impacto editorial su novela autobiográfica “Nuestros años verde olivo”, que narra la experiencia del exilio chileno en Cuba. Sus cuentos fueron publicados en “El hombre golondrina”, y una novela para jóvenes en “La guerra de los duraznos” (Editorial Andrés Bello), que relata la historia de niños de Valparaíso durante la dictadura de Pinochet.

No hay comentarios:

Publicar un comentario