Daniel Manso, 64 años, taxista particular, observa con alarma cada mañana cómo se deterioran los valores en la sociedad cubana. Manso se levanta con el canto madrugador de los gallos. Desayuna una taza amplia de café fuerte, y antes que salga el sol, sale a conducir por más de doce horas en diferentes circuitos de Ciudad de La Habana.
“Son pocas las personas que dan los buenos días, la educación formal es algo ajeno a muchos en la isla, sobre todo los jóvenes. En la actualidad, cubanos son más groseros. Hablan en voz alta y con un léxico intraducible. A la primera de cambio, se disgustan y suelen ponerse extraordinariamente violentos. A estas alturas, cuando la Revolución ya está firmando su acta de defunción, uno puede reconocer méritos, como la salud y el deporte, pero en valores cívicos, hemos retrocedido muchos escaños”, señala el taxista, quien fue profesor de bachillerato antes de jubilarse.
No anda errado. Una gran cantidad de habaneros salen a la calle con la sangre caliente. La psicóloga Patricia Delgado, 35 años, es de las que piensa que el stress cotidiano es un gran aliado de la brusquedad y falta de educación con la que se comportan muchos capitalinos.
“Hagamos una lista de las calamidades que sufre una familia promedio. Salario de miseria que no alcanza ni para comer decentemente. Futuro incierto. Pocas posibilidades para los graduados universitarios o de técnico medio de ascender en la pirámide social. Escasas opciones recreativas, son algunas de las carencias que sufren los cubanos del siglo 21”, enumera la psicóloga.
Carlos Pérez, 43 años, sociólogo, va más allá. “Una característica del sistema está basada en la mentira y la lealtad al régimen. No importa el talento que usted posea. Incluso puedes ser un genio como Bill Gates, pero si no aparentas ser un tipo integrado o políticamente correcto, las puertas se te cierran. Ese arte de la simulación practicada consciente o inconscientemente por la mayoría de los cubanos nos está pasando factura a la hora del trato social correcto”, explica el sociólogo.
Los tiros van por ahí. Es cierto que si algo hemos aprendido en 51 años del gobierno de Fidel Castro ha sido a fingir y mentir. Sabíamos manejar un fusil y nos atiborraban con discursos políticos contra las sociedades capitalistas. Pero disminuyeron los conocimiento culturales.
La cortesía y reglas de urbanidad se las llevaron los vientos huracanados de la revolución verde olivo. La palabra señor y señora desaparecieron en combate. Se consideraban una muestra de decadencia burguesa.
Éramos camaradas o compañeros. Luego, en los años 80, cuando el Muro de Berlín se vino abajo y la URSS dijo adiós a la ideología comunista, algunas cosas cambiaron.
El turismo pasó a ser la primera industria. Y los “gusanos, escorias y apátridas” que habían huído de la isla, se convirtieron en un renglón importante en la precaria economía cubana.
De compañero a señor, depende del trámite
Entonces ocurre una curiosa dualidad. Cuando usted realiza algún trámite estatal aún lo llaman "compañero". Pero cuando va a algún hotel o restaurante por moneda dura, el portero le abre gentilmente la puerta y con una sonrisa en los labios le llama "señor".
La vulgaridad y las trifulcas verbales o físicas por cualquier nimiedad es algo común en la sociedad cubana. Hace unos días, unos jóvenes ofendieron y empujaron violentamente a un anciano en un ómnibus sólo porque los había pisado.
En una fila para comprar pan, un grupo de obesas mujeres desataron una riña multitudinaria, porque después de estar dos horas bajo un sol africano, el administrador les informó que esa tarde no se vendería pan.
Y si quiere ver violencia en estado puro, dese una vuelta por la Plaza Roja, en la barriada de la Víbora, a tiro de piedra de mi casa. El lugar no es ni plaza, ni está pintada de roja. Es una calle ancha donde con frecuencia se montan las típicas pachangas públicas.
Una orquesta toca su timba agresiva, y lo que se arma es casi una guerra chiquita. Siempre hay peleas. Heridos graves y leves. Y no pocas veces, un ajuste de cuenta, con una o varias puñaladas en medio del tumulto.
Después de la música, los jóvenes fuman marihuana en cualquier recodo y se orinan en las escaleras de los edificios aledaños. Hacen el amor bajo las estrellas y las griterías y los improperios se dan por arrobas.
Batalla entre los jugadores e Industriales y Sancti Spiritus
Los actos violentos no se limitan a las fiestas y bailables. También se producen en eventos deportivos. El más reciente, la trifulca entre jugadores de los equipos de Industriales y Sancti Spiritus, a principios de marzo de este año, en el estadio José Antonio Huelga, de Sancti Spiritus.
El taxista Daniel Manso tiene razón. Los valores cívicos y el buen trato han desaparecido en la isla. Ocho de cada diez personas, cuando por las mañanas suben a su taxi y él le da los buenos días. lo miran como si fuese un marciano. Y es que en este 2010, la cortesía en Cuba es cosa de otro planeta.
Por: Iván García
La Habana
Publicado en: http://www.elmundo.es/america/2010/04/23/cuba/1272038302.html
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